El mundo despide con profunda tristeza a Jorge Mario Bergoglio, mejor conocido como el papa Francisco, el primer pontífice latinoamericano de la historia. Considerado uno de los líderes más carismáticos del catolicismo tras Juan Pablo II, su estilo cercano y humilde marcó una nueva etapa en la Iglesia.
De raíces argentinas y miembro de la orden de los jesuitas, Francisco enfrentó retos significativos durante su pontificado, del que salió fortalecido por su carácter firme y su compromiso con los más necesitados.
Francisco nació el 17 de diciembre de 1936 en el barrio de Flores, Buenos Aires. Hijo de un inmigrante italiano que trabajaba en el ferrocarril y de una madre dedicada al hogar, creció en el seno de una familia sencilla, como muchas de las que llegaron a Argentina desde Europa.

De profesor a pontífice
Antes de ingresar al seminario jesuita, trabajó como técnico en química. Más adelante se dedicó a la docencia, enseñando Literatura y Psicología entre 1964 y 1965. Fue ordenado sacerdote en 1969 y, apenas unos años después, en 1973, asumió el cargo de superior provincial de los jesuitas en su país.
Su vida transcurrió entre la reflexión teológica y la enseñanza filosófica, lo que llamó la atención del papa Juan Pablo II, quien lo nombró cardenal en 2001. Muchos lo veían ya como un posible sucesor en el trono de Pedro.
El día que cambió la historia
El 13 de marzo de 2013, el cardenal Bergoglio fue elegido papa, el primero de origen americano. Tomó el nombre de Francisco, en homenaje al santo de Asís, símbolo de humildad, paz y conexión con la naturaleza.
Con esa elección comenzó una nueva etapa para la Iglesia, tras más de 1,300 años de papas europeos. Aquel día, Francisco dijo con sencillez que lo habían ido a buscar “al fin del mundo”.
Desde el balcón de San Pedro, vestido con una simple sotana blanca y una cruz de madera, Francisco saludó al mundo y reconoció el legado de su predecesor, Benedicto XVI, quien había renunciado semanas antes.
Una vida en Santa Marta
Durante nueve años, compartió residencia con Benedicto XVI en la Casa Santa Marta, la cual eligió sobre los lujosos Palacios Apostólicos como un acto de coherencia con su mensaje de sencillez.
Su legado incluye profundas reformas dentro del Vaticano: mayor transparencia financiera, modernización de estructuras burocráticas, fortalecimiento de la comunicación, y avances importantes en la lucha contra la pederastia y en la protección de menores y migrantes.
Reconocimiento global
Gracias a su cercanía, carisma y liderazgo moral, Francisco fue rápidamente reconocido en todo el mundo. La revista Time lo incluyó entre los líderes más influyentes del planeta, y lo nombró “Persona del Año” en 2013.
Francisco deja una huella imborrable en la historia de la Iglesia. Su estilo directo, su preocupación por los más vulnerables y su fe inquebrantable marcarán el recuerdo de millones de fieles en todo el mundo.